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La gacetilla: mi primer día de cole.

Mi primer día de prácticas. Aterrizo en un colegio: el Manuel Núñez de Arenas (http://ceipmanuelnunezdearenas.blogspot.com/).

Un colegio distinto que no se conforma con perpetuar el

modelo tradicional de enseñanza en el que la voz del profesor se convierte en la voz de la autoridad; es decir, en aquella voz “vacía de cualquier sentimiento que no fuera el verdugueo. Tipos que gritan seguros de que el otro va a obedecer o se va a hundir. Esa es la voz de la autoridad” (Piglia, 2000). Se trata de un cole en el que, no es que no haya límites, es que dichos límites se deciden de forma colectiva y con un espíritu asambleario.

Comencé a las 9.30 participando en el taller de teatro de calatea (https://www.calatea.es/)con los mayores. Y no comencé de cualquier forma. Comencé jugando. Y no jugué a cualquier cosa. Ni de cualquier manera. Jugué preguntándome por el espacio, tratando de que cupiéramos todos en una misma silla.

Más tarde, tuve la fortuna de poder estar de observadora de una clase de violín en la que distintos alumnos se aproximaban a la música de una forma indudablemente sugerente. Pero mi sorpresa fue aún mayor cuando me contaron todas las iniciativas que estaban llevando a cabo en relación a la música, pues, como decía -de nuevo- Piglia, “Allí se encierra el sonido de los sueños”. (Piglia, 2014).

Por último, iba a volver a participar en otro taller de teatro, pero ahora con los más peques. Sin embargo, antes había que preparar y pensar en y sobre las sesiones. Pensar sobre el lenguaje que empleamos con niños y niñas que están inscribiéndose en lo simbólico. Pensar sobre si es adecuado jugar con un imaginario dispuesto a mandar a “los perdedores” a “la cárcel”. No puedo evitar acordarme de aquel discurso que David Foster Wallace pronunció en el Keyon College, en el que comenzaba con una curiosa anécdota:

Érase dos peces jóvenes que nadaban juntos cuando, de repente, se toparon con un pez viejo que les saludó y les dijo: “Buenos días muchachos ¿Cómo está el agua?” Los dos peces jóvenes siguieron nadando un rato hasta que, después de un rato uno de ellos miro al otro y le preguntó: ¿Qué demonios es el agua? (Wallace, 2005).

Parece que no es tan fácil como podría parecer preguntarnos por lo obvio, por el agua en que nadamos. Esta vez, pude alegrarme de estar preguntándome por que demonios es el agua.

B.

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